UNOS FONDOS NO TAN VERDES

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Los fondos europeos Next Generation ya son una realidad. El Estado español va a recibir unos 140.000 millones entre subvenciones y créditos, que van a afectar a la ineludible transición ecológica.

Las organizaciones ecologistas no tenemos nada claro que esta lluvia de millones vaya a promover una transición ecológica justa. Al contrario, lo que sí sabemos desde las informaciones que se han ido publicando es que, una vez más, las grandes empresas y los fondos especulativos se llevarán la mayor parte de la tarta.

Las contrapartidas de los fondos y sus condicionantes no permitirán superar la crisis, ni recuperar el empleo, ni mucho menos cambiar el modelo económico en un sentido ecológico y socialmente justo. Sin embargo, parece que sí van a impulsar inmensos proyectos relacionados con nuevas infraestructuras, digitalización de redes eléctricas y empresas, trenes de alta velocidad, la extensión del 5G, las gigafactorías de baterías, el automóvil eléctrico y el hidrógeno, por citar algunos.

Es precisamente el hidrógeno lo que todos los oligopolios energéticos aventuran como la gran esperanza “verde” y la panacea cervantina para el problema de la energía; por ello, las grandes empresas de las energías fósiles se han lanzado a apoyar megaproyectos por toda Europa. Según explicamos en este número de la revista Ecologista, pretenden hacernos creer que el hidrógeno va a ser como el bálsamo de Fierabrás, un remedio mágico que, además, les permitirá, como ironizaba el escritor siciliano Lampedusa: “Cambiar todo para que nada cambie”.

Un proceso tremendamente costoso, el de la obtención del hidrógeno, mediante el uso masivo de electricidad, en el que se separa del oxígeno, pero que requiere ingentes cantidades de energía, hasta el punto de que el método actual de obtención de más del 90% del hidrógeno utilice gas natural.

Por si esto fuera poco, nos vemos inmersos en una avalancha descontrolada de proyectos renovables, campos fotovoltaicos y parques eólicos, seleccionados por sus promotores con criterios productivistas, que suponen un salto cualitativo y cuantitativo en lo conocido hasta ahora, cuyos impactos ambientales y paisajísticos serán severos, por lo que es inexcusable y urgente planificar su distribución en el territorio a fin de proteger las zonas sensibles por su biodiversidad y por otros valores ambientales, culturales y sociales.

Enfrentar la emergencia desde la justicia climática e impedir que la temperatura se eleve más de 1,5 grados centígrados nos urge a actuar. Y aunque la ley de cambio climático recién publicada prohíbe actividades como el fracking, no es posible seguir al mismo ritmo de consumo de materiales en nuestro mundo finito.

Como nos sugiere Jorge Riechmann, no podemos confiar en una tecnociencia que se desentiende de la finitud humana.

Ilustración: Andrés Espinosa