Múltiples estudios científicos indican cómo el aumento de temperaturas está afectando a la vida en todas sus formas y en todos los lugares del planeta: deshielo de los casquetes polares y glaciares, subida del nivel del mar, fenómenos meteorológicos extremos, grandes incendios forestales, desertización, infertilidad de los suelos, pérdida de biodiversidad, proliferación de especies exóticas invasoras, aumento de temperatura de los océanos, cambios en las dinámicas migratorias, aumento de la pobreza, aumento de la desigualdad, refugiados climáticos, proliferación de enfermedades y un largo etcétera.
Las previsiones de aumento de la temperatura media global por encima de 1,5 ºC, nos sitúan en un escenario límite e irreversible que amenaza a un gran número de ecosistemas y especies, incluida la humana. Evitarlo debe ser una prioridad de la humanidad. Es necesario, con carácter urgente, adaptar las islas a los impactos climáticos, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar los sumideros de CO2; reajustando la huella ecológica a la biocapacidad del planeta, garantizando su equilibrio natural y la supervivencia de las generaciones presentes y futuras en condiciones de dignidad y en un entorno saludable.
En Canarias la realidad se recrudece porque no sólo somos uno de los territorios con mayor huella de carbono, ya que hacemos una desorbitada contribución en emisiones de gases de efecto invernadero respecto a nuestras pequeñas dimensiones, en gran medida debido a la excesiva dependencia económica de una industria altamente contaminante como la turística, sino que además, nuestra condición insular y nuestra ubicación en la región subtropical y próximos al continente africano nos hacen especialmente vulnerables a sus impactos.